San Isidro, tradición madrileña en la Pradera
El pasado 15
de mayo Madrid se vistió de fiesta, y es que se celebró la semana grande de una
de sus fiestas más tradicionales y auténticas, las fiestas de San Isidro Labrador. Tradicionalmente se celebran en
torno a este día en el barrio que lleva el nombre de esta santo en el distrito
de Carabanchel, y son uno
de los máximos exponentes del llamado “casticismo” madrileño.
Avanzando sobre la tradición hay que decir que San Isidro nació
en Madrid el 4 de abril de 1082 y falleció en la misma ciudad el 30 de
noviembre de 1172. Según la leyenda, San Isidro era un zahorí, una persona con el don de
poder detectar agua y hacer manar fuentes. Se cuenta que un día estaba
trabajando en el campo y golpeó una piedra con su vara, haciendo brotar de
manera milagrosa un manantial. Es en ese lugar donde se construyó la ermita que
conocemos hoy como Ermita de San
Isidro del Campo, lugar en torno al cual se celebra cada 15 de mayo una
romería y una verbena, en la pradera de San Isidro. Por las habilidades de San
Isidro de encontrar agua, el botijo es
uno de los símbolos más conocidos de estas fiestas.
La
gastronomía juega un papel fundamental en esta fiesta. Y es que, ¿Qué sería de
San Isidro sin las famosas rosquillas de santo? Desde el siglo XVI ya se tenía
la costumbre de merendar en la pradera, y es que desde ese entonces ya había
varios puestos vendiendo rosquillas. A esto se suma el acervo familiar de reunirse
en la pradera para pasar allí el día comiendo y disfrutando de este día de
tanta tradición para los madrileños.
Hoy en día
las fiestas de San Isidro se extienden más allá de Carabanchel y la pradera, y
se pueden ver otras verbenas de barrio, ferias taurinas, y por supuesto, a
muchas personas vestidas de chulapos bailando y disfrutando de su fiesta
grande.
En fin, esto es España, un país cargado de fiesta y tradición,
marcado por
la singularidad de sus regiones esto se
traduce en manifestaciones culturales, tradiciones y festejos de una enorme
variedad, en las que se combinan devoción y diversión, espiritualidad y
hedonismo, tradición y modernidad, rodeado todo ello de una rica gastronomía. Porque
en esto somos millonarios.
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